Primeras materias traídas de las américas

En 1492, Cristóbal Colón pone pie en el llamado nuevo mundo, allí hizo descubrimientos agrícolas, alimenticios y botánicos.

En cada uno de sus viajes, a la vuelta traía objetos raros, el más notable fue el oro, que aunque se tratase de una mínima cantidad, fue suficiente para animar el ansia colonialista. Cabe destacar las esmeraldas, mineral que ,según estos conquistadores, servía para vislumbrar el futuro, quitar el mal de ojo y también como contraveneno, ya que se aseguraba, que si se introducía en una copa, si el líquido del recipiente estaba envenenado, aparecería una espumilla en la superficie delatando la presencia del veneno.

Los alimentos forman un número considerable de importaciones del nuevo mundo. En primer lugar estos nuevos productos que fueron traídos por estos primeros navegantes, planteaban serias dudas, no sólo respecto al uso culinario, sino a su identidad religiosa. El clero se planteaba: ¿puede un cristiano comer aquello que comen los infieles en el nuevo mundo? Una de las soluciones fue adaptar ciertos productos en tierra consagrada. No sólo se bendecían semillas, sino también los campos. Así el vegetal, ya cristianizado, era visto con mejores ojos. Una vez pasado este trámite eclesiástico había que investigar.

Los barcos que llegaban cargados de plantas y alimentos desde América, iban a parar a Sevilla, convirtiéndose esta ciudad en un campo de investigación,; las plantas eran plantadas, y se analizaban sus propiedades, no sólo alimenticias, sino también se aprovecharon de ella disciplinas como la botánica y la medicina.

En sus inicios, alimentos como la patata, el tomate o el boniato, se plantaban, pero no para el consumo, estos solo tenían fines decorativos; así en esta época era común en las familias más pudientes sevillanas, decorar sus ventanas con llamativos tiestos en los que plantaban estos productos. El más llamativo de estos productos fue le tomate, eque llegó a España en el siglo XVI. En sus comienzos se le consideraba venenoso, por el parecido con el <<tomatillo del diablo>> o <<hierba mora>>, pero una vez comprobado que no eran iguales, se estudió sus propiedades en farmacopea. La primera referencia que tenemos bibliográfica del tomate, es la del botánico y médico Nicolás de Monardes Alfaro, que en su libro <<Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras indias occidentales>>, expone las propiedades medicinales de dicha planta.

Algo parecido le ocurrió al ají criollo: si picaba tanto no podía ser bueno. En cuanto a la fruta, la piña es la más representativa, Colón la descubrió en la isla de Guadalupe, los nativos se lo ofrecieron como un alimento casi divino, al que atribuían multitud de poderes sobrenaturales. Cuando Colón – que la llamó piña por el parecido con las piñas de pino- la probó, le gustó tanto que la llevo a su regreso a España. Aquí hubo reticencia inicial a su consumo, su forma no era nada fiable, y se le llegó a decir que era capaz de transmitir el cólera y enfermedades desconocidas. A medida que aumentaron los viajes y se fue conociendo su uso, se ganó un sitio en nuestra mesa, ya que los nativos la usaban para facilitar la digestión, las mujeres como agente limpiador y para potenciar su belleza, y los guerreros como cicatrizantes.

Para finalizar vamos al chocolate:  se cree que Colón ya llevó este producto a los Reyes Católicos, pero no tuvo éxito por su sabor amargo y aspecto sucio. Posteriormente sería Hernán Cortés, el que lo lleva a España, en la que reinaba Carlos I. Cortes cuando probó por primera vez el chocolate preparado por los aztecas, lo describió de la siguiente forma: <<cuando uno lo bebe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse>>. Además de su gran sabor, también el valor  monetario que los aztecas daban a los granos de cacao, hizo que Cortés tuviese mucho interés en este producto, ya que se contaba que era más valorado que el oro y era usado como moneda de cambio.

1 comentario

  1. noviembre 7, 2010 a 15:11

    Que falta de rigor en la investigación, casi nada de lo que cuenta es verdad, lo que hace que otros, que de verdad investigan, sean depreciados.


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