El Papa Formoso, y el sínodo del cadáver

Fue el Papa número 111 de la iglesia católica, cargo que ostentó entre los años 891 y 896. Durante su pontificado se produjeron todo tipo de tramas y conjuras por parte de la nobleza de la época, ansiosa de poder, una de estas familias, la de los Spoleto, no había sido favorecido por el Papa Formoso.

Tras la muerte de Formoso en el año 896 a causa de la gota, y la muerte de su sucesor Bonifacio VI, quince días después le sucedió Esteban VI. Éste accedió a apoyar a Lamberto de Spoleto en su sed de venganza hacia el fallecido Papa Formoso, e impulsaron la realización de un juicio sumarísimo sobre el difunto pontífice.

Esteban VI mandó exhumar el cadáver del Papa Formoso nueve meses después de su muerte: se le revistió de los ornamentos papales y se le sentó en el trono para que escuchara las acusaciones. La principal acusación a que tuvo que hacer frente el Papa fue la de que, siendo obispo de una diócesis, la había dejado para ocupar como Papa la diócesis de Roma.

Encontrado culpable, se declaró inválida su elección como Papa, y se anularon todos los actos y ordenaciones de su papado. Se despojó al cadáver de sus vestiduras, y se le arrancaron de la mano los tres dedos con los que impartía las bendiciones papales, para después quemarlos. Esteban ordenó arrojar sus restos al río Tiber. Sin embargo circula una leyenda, que un ermitaño rescató esos restos del río y los enterró en una catacumba.

Esteban VI tampoco tuvo un buen final, ya que todo este juicio preparado contra Formoso se le echó en su contra, y tras retirarle el apoyo la familia Spoleto, fue encarcelado y asesinado en su celda por estrangulamiento en el año 897. Le sucedió como pontífice Teodoro II, quien invalidó <<el sínodo del cadáver>> y ordenó volver a desenterrarle, para vestirle de Papa, lo llevaron a la basílica de San Pedro, y le dieron sepultura con todos los honores.

Todo permaneció igual, hasta la coronación del pontífice Sergio III en el año 904. Este Papa, que ha pasado a la historia como uno de los más corruptos, había participado como juez en el <<Sínodo del cadáver>>, y había apoyado a Esteban VI, por lo que volvió a declarar nulas todas las ordenaciones de Formoso.

Parece que este pontífice ha quedado marcado: hasta nuestros días ningún Papa se ha vuelto a llamar Formoso.

Sobre la muerte de Arquímedes

El gran matemático griego murió durante el sitio de Siracusa, en donde tuvo un papel importantísimo en la defensa de la misma, debido al empleo de sus máquinas y estrategia.

Según nos cuenta Plutarco, el sabio se encontraba observando un esquema dibujado en la arena, cuando fue interrumpido por un soldado romano, Arquímedes le dijo al soldado: <<No toques mis dibujos>>. El soldado, al escuchar estas palabras, lo mató con su espada. Este hecho indignó al general romano ya que le consideraba un botín muy valioso.

Sobre su tumba se grabó una esfera inscrita en un cilindro, dada la proporción existente entre sus volúmenes y áreas,  descubrimiento realizado por él.

Álgebra

Es una rama de las matemáticas que estudia las estructuras. El término procede de la palabra árabe <<al-Jabr>>, que aparece en un tratado escrito por el matemático persa Muhammad Ibn Musa al-Jwarizni.

Existe otra versión que nos indica que procede otra palabra árabe << al-dejaber >>, cuyo significado seria reducción, operación de cirugía por la cual se reducen los huesos luxados o fraccionados “algebrista era el médico reparador de huesos”.

Hipaso y el descubrimiento que lo condenó

Hipaso de Metaponto perteneció al <<grupo de los pitagóricos>>, que era una sociedad secreta que se regía por normas muy estrictas. Para este grupo los números naturales <<1, 2, 3, 4, 5, 6…>> constituían la esencia de la realidad y la vía para alcanzar la existencia celestial.

Hipaso estudiando un cuadrado de lado uno, se fijó en la diagonal del mismo, y descubrió que se formaban dos triángulos, en el que esa diagonal era la hipotenusa. Si aplicaba a dicha figura resultante el teorema de Pitágoras, obtenía como se observa en la figura que el valor de la misma era √2 .

Este resultado le sorprendió, ya que como comprobó rápidamente, se trata de un número irracional, es decir que no se puede expresar como fracción de números naturales, y enseñó a sus compañeros del grupo de los pitagóricos tal hallazgo.

La leyenda nos dice que éstos, al conocer este descubrimiento, decidieron eliminar a Hipaso, tirándolo al mar por la borda del barco en el que viajaba, ya que este descubrimiento ponía en peligro el máximo precepto de sus pensamientos.

Y el pescado todavía sin vender

Esta expresión procede de los tiempos, en los que no exitían cámaras frigoríficas en las que poder mantener el pescado fresco, por lo que el pescado permanecía desde primeras horas de la mañana expuesto al público. Con el paso del tiempo éste se iba deteriorando y eso hacía crecer la preocupación del vendedor.

Por ello llegado cierta hora del día se utilizaba la frase <<y el pescado todavía sin vender>>, dejando claro que estaba en peligro de perder parte de la mercancía y de las ganancias.

El número de descendientes de Carlomagno

Se dice que en cierta ocasión había un individuo que manifestaba sentirse orgulloso de ser descendiente de Carlomagno. Un día se encontró con un matemático que le preguntó: << ¿Sabes el número mínimo de descendientes que tiene Carlomagno?>>.

El matemático le realizo el cálculo detallándole la lógica de operación: <<Si tiene dos padres, y cada uno de estos, otros dos; de modo que ya tiene seis ascendientes. Como cada uno de sus cuatro abuelos tiene dos padres, el número de ascendientes que contamos son 14…->>, como el número de generaciones asciende a 40, el número de antepasados que usted tiene sería igual:

Número antepasado = 2 + 22+23+24+…+238+239+240 = 2 199 023 255 550

Viendo este número tan elevado de antepasados, seguro que pensó que poca sangre noble le quedaba.

Manetón y la edad de las pirámides

Manetón fue un sacerdote e historiador egipcio que vivió en el siglo III a.C. Recibió el encargo por parte del faraón Ptolomeo II Filadelfo, de escribir la historia de Egipto desde sus inicios. Para la realización de sus trabajos tuvo acceso a los textos antiguos sobre la historia de Egipto, y gracias a ello tenemos una lista ordenada de los reyes de Egipto, comenzando por Menes, el primer rey de la primera dinastía.

La obra de Manetón no se ha encontrado completa: nos han llegado pequeños fragmentos a través de varios historiadores como <<Flabio Josefo, Julio Africano, Eusebio de Cesarea>>.

La gran pirámide, siguiendo las pistas arqueológicas e históricas, parecen datar de hace unos 4600 años. Sin embargo, si hacemos caso a lo constatado por Manetón, la edad de ellas estaría en torno a los 7000 años. Esto no es el único dato sorprendente que nos dejó en su obra. Según contaba, antes de ese primer faraón de la primera dinastía, Egipto estuvo gobernado por dinastías de dioses y semidioses durante más de 24000 años.

El libro de ajedrez de Alfonso X el sabio

El rey Alfonso X interpretó, tradujo y adaptó tratados de ajedrez, a la vez que escribió  su «Libro de Ajedrez«. En este libro se recogían 103 problemas de ajedrez y las reglas del juego, que tenía importante diferencias con el juego actual.

En cuanto al movimiento de las piezas, el rey, la torre, el caballo y el peón movían como en la actualidad; pero con el movimiento del alfil y la dama, las diferencias con nuestro ajedrez  eran grandes. La dama no era una pieza tan importante como en la actualidad: ésta solo podía mover a una casilla adyacente en diagonal,  hacia adelante o hacia atrás, excepto en el primer movimiento, en el que podía avanzar tres movimientos, incluso saltando por encima de piezas como hace el caballo. De la misma manera al coronar un peón si se cambiaba por una dama, también podía avanzar en el primer movimiento tres casillas.

El alfil movía como las actuales damas, de tres en tres sin tener control sobre la casilla del centro, hubiese o no piezas en ella. Además el enroque no existía

La Biblioteca de Alejandría

Fue fundada por el rey de Egipto Ptolomeo Soler,  uno de los generales de Alejandro Magno que, tras la muerte de éste, se hizo con parte de los territorios conquistados.

Los libros eran traídos de cualquier parte del mundo conocido, los reyes egipcios pagaban en ocasiones importantes cantidades, por la compra de los mismos, o por el préstamo de ellos, para ser poder ser copiados antes de ser devueltos. Es difícil cuantificar el volumen de libros que llegó a almacenar dicha biblioteca, pero algunas estimaciones nos hablan de algo más de 70.000 obras, en las que se encontraba todo el saber antiguo.

La biblioteca ardió y con ella la mayoría de sus ejemplares, constituyendo una de las mayores catástrofes para la cultura. En cuanto a la fecha de la destrucción de la misma no se sabe con certeza, parece haber ocurrido en el año 273, durante los enfrentamientos entre el emperador romano Aureliano y el caudillo rebelde Firmus, que se había atrincherado en Alejandría. Algunas fuentes menos fiables nos indican  un gran incendio en el año 47 a .C.; incluso existe otra versión que culpabiliza al califa Omar que, en el año 634 de nuestra era, para justificar su destrucción  empleó el siguiente argumento <<Los libros de la Biblioteca o bien contradicen al Corán, y entonces son peligrosos, o bien coinciden con el Corán, y entonces son redundantes>>; pero posiblemente, cuando quemó aquella biblioteca pocos ejemplares quedaban de la legendaria y antigua biblioteca.

No hay moros en la costa

Su procedencia se remonta unos siglos atrás, cuando el Levante español <<la zona mediterránea que abarca Valencia y Murcia>>, fue objeto de frecuentes invasiones por parte de los piratas berberiscos <<habitantes de la región noroeste de África>>.

Los habitantes de estas regiones, al verse en peligro, construyeron por toda la costa atalayas, desde las que podían divisar la aproximación de sus enemigos, se hacían turnos de vigilancia, y si el centinela divisaba algún peligro enemigo gritaba: «¡hay moros en la costa!».

En relación a este hecho, con el tiempo se empezó a acuñar el termino <<no hay moros en la costa>>, para indicar que no había ningún peligro, que el significado que hoy en día tiene.

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